segunda-feira, 3 de agosto de 2009

Poder vitalício, poder limitado

Os líderes que se eternizam no poder podem causar danos à qualidade democrática de um país – A solução: que haja sempre garantias de alternância

En una pequeña localidad de Castilla-La Mancha el alcalde, en vísperas de las elecciones, es recibido prácticamente por todo su pueblo al grito de: "¡Alcalde!, ¡Alcalde!, todos somos contingentes, ¡pero tú eres necesario!, ¡Viva el munícipe por antonomasia!". El edil, entusiasmado, saluda a izquierda y a derecha. La escena es de ficción, sí. Tanto que las elecciones en ese pueblo manchego son anuales. Se trata de la película Amanece que no es poco, de José Luis Cuerda. Y es cierto que no es lo mismo hablar del alcalde manchego que del presidente de un país. Pero hay una sensación que recorre a muchas de las personas que alcanzan el poder y es sentirse que son necesarios, como el alcalde de la película. Y vuelven a presentarse a las elecciones. Una, dos, tres veces... En algunos países incluso se cambian las leyes para permitir esa perpetuidad. ¿Es bueno que una persona esté al frente de un país por un tiempo ilimitado? ¿Corre riesgo la democracia?

EL PAÍS

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