“Me salieron manchas en la piel y después empezaron los problemas de riñón. Mi tobillo derecho está muy inflamado y me duele muchísimo, los médicos dicen que debo cuidarme para que no se me gangrene”, se queja Sinu Rani, una jornalera de Bangladesh que tuvo de dejar su trabajo por las dolencias. Es sólo una víctima más del mayor envenenamiento colectivo de la historia: cada día millones de personas beben agua de pozos contaminados con arsénico en este país del sur de Asia.
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