Comienza un nuevo curso escolar. Abren de nuevo sus puertas los Colegios e Institutos, que son talleres de aprendizaje laboratorios de ciudadanía. El profesorado se incorpora a sus puestos de trabajo, agrupado en equipos que multiplican la eficacia de la acción educativa. Los alumnos y alumnas acuden con sus mochilas llenas de libros, de nostalgia y de nerviosismo. Los papás, que en los veranos descubren de nuevo la importancia y la dificultad de estar ininterrumpidamente con los hijos, los llevan a los Colegios preocupados por la suerte que van a correr.
- ¿Quién va a ser su tutor este curso?, preguntan inquietos.
La respuesta (si ya conocen al profesorado) los llenará de satisfacción o de graves preocupaciones. Qué buena noticia es para un profesional de la educación que los padres y madres, cuando conocen que su hijo va a estar en sus manos, se llenen de alegría.
Todos a pensar. Todos a trabajar. Todos a convivir. Cada uno en la parte que le corresponde para que ese proyecto compartido tenga éxito. Si una de las partes no cumple con su función, el fracaso está asegurado. Por eso brindo a cada uno de los integrantes de la comunidad este sencillo eslogan: por mí que no quede. (Texto completo)
- ¿Quién va a ser su tutor este curso?, preguntan inquietos.
La respuesta (si ya conocen al profesorado) los llenará de satisfacción o de graves preocupaciones. Qué buena noticia es para un profesional de la educación que los padres y madres, cuando conocen que su hijo va a estar en sus manos, se llenen de alegría.
Todos a pensar. Todos a trabajar. Todos a convivir. Cada uno en la parte que le corresponde para que ese proyecto compartido tenga éxito. Si una de las partes no cumple con su función, el fracaso está asegurado. Por eso brindo a cada uno de los integrantes de la comunidad este sencillo eslogan: por mí que no quede. (Texto completo)
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