Uma excelente reflexão de Miguel Ángel Santos Guerra num tempo em que se persiste em defender o indefensável:
¿Quién se matricularía en una Academia de enseñanza de la ortografía que tuviese en el frontis de su sede y en sus folletos de publicidad un anuncio de esta índole? Hay que reconocer que algunas instituciones, algunos partidos políticos y algunos profesionales de diferentes gremios podrían utilizar un lema de este tipo al anunciarse ante sus potenciales seguidores y usuarios.
Mal camino. No tanto por la inscripción, que los ahuyenta, cuanto por la falta de preparación que desvela.
La incompetencia es uno de los males más inquietantes en una sociedad cuyas instituciones y profesionales prestan servicios a los ciudadanos. Un político incompetente es un castigo para la sociedad. Un médico incompetente causa daños irreparables. Un profesor incompetente es una desgracia para quienes tienen que padecer su impericia. Un funcionario inútil es un freno para la eficacia.
Ser un profesional incompetente es una grave irresponsabilidad. ¿Pensamos el desastre que podría causar un piloto de avión incompetente? ¿Y un cirujano que no conoce los más elementales avances de su especialidad? Los ejemplos de malas prácticas pueden multiplicarse. Hay fontaneros que causan una avería irreparable en la lavadora que pretenden arreglar, periodistas que no saben hablar o escribir, dentistas que no conocen las técnicas modernas de creación de hueso por implantación del plasma, políticos que, como advenedizos que muchas veces son, no tienen ni idea de lo que se traen entre manos.
E no caso dos educadores, os malefícios dos maus professores são incalculáveis. E não se pode aceitar que se dêem por aí aulas de “hortografia”.
Com a devida vénia ao José Matias Alves (► Blogue Terrear)
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