Dice la profesora inglesa Joan Dean que si los docentes compartiésemos las cosas buenas que nos suceden encontraríamos una fuente inagotable de ideas y de emociones. Encontraríamos también, añado, un poderoso estímulo al comprobar que no estamos solos sino que miles de docentes se esfuerzan en hacer de su práctica una experiencia apasionante. Lo que pasa es que estamos más dados -por pudor, por vergüenza o por rutina- a compartir los problemas, los sinsabores y las carencias. Existe una tendencia a sobredimensionar aquellas vertientes dolorosas de la tarea. Vertientes que, indudablemente, existen pero que, a mi juicio, no tienen comparación con las que poseen una dimensión gozosa.
Quiero compartir con los lectores y lectoras una hermosa experiencia pedagógica que vengo disfrutando desde hace años. Al terminar una conferencia en Malargüe, provincia de Mendoza, alguien se me presentó y me dijo:
― Profesor, yo soy un converso.
― ¿Cómo un converso?
― Pues sí, yo soy ingeniero y, después de leer algunos libros sobre educación y de pensar seriamente sobre su importancia, he decidido dedicar mi vida a la enseñanza. Soy ahora Director de una escuela y quiero pedirle que acepte ser su Padrino Pedagógico. Era Horacio Muros, con quien he ido construyendo poquito a poco una profunda amistad. Con quien he recorrido, pasito a paso, un largo camino sembrado de proyectos e ilusiones.
Continua…
Fonte: El Adarve
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